Gritó mi nombre como solo lo hacen los locos cuando sienten miedo, en su mirada comprobé el desquicio que le provocaba no poder manejar la situación. Yo lo miraba como si fuera ajena a todo aquello, no me responsabilicé de su cordura perdida, ni de la angustia que le corroía por el cuerpo porque me marchaba.
¿Quién hubiera pensado que sería el loco quien tomara la decisión más exacta?¿qué hubieran dicho si vieran al cuerdo temer a la razón?
Jamás pensé que me serviría del silencio para gritar todo.
A 10 centímetros de la puerta y a 10 de la libertad y con toda la valentía que poseía, tomé aire y desaparecí de aquel lugar, pero, principalmente, me alejé de él.
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