La miré a la cara y en aquellos ojos oscuros mil palabras vi reflejadas. Supe que no estaba preparada para pronunciarlas, pero no insistí, ya la conocía de sobra, su respuesta sería un 'nada pasa' que hasta a ella le sonaba falso. Ella era reservada, demasiado precavida para su edad. Su rostro era dulce, aunque mostraba rasgos de vejez que me llegaban a asustar, pero entonces era cuando más sentía quererla, la abrazaba con fuerza y le susurraba que no la abandonaría, no respondía nunca, se limitaba a seguirme el abrazo, ejerciendo toda la fuerza que poseía en mi espalda, en ocasiones lloraba y me humedecía la camiseta, otras respiraba fuerte y guardaba el llanto para dentro, se sentía débil derramando lágrimas por más que le dijera que era humano. Era cabezota, pero cuanto la quería y si me preguntan aún la quiero.
Tenía algo que contarme y sentía miedo, lo notaba porque la boca le temblaba aunque no vocalizara palabra alguna. Tampoco lo necesitaba, su mirada transmitía todo lo que necesitaba saber. Otro secreto que la quemaba, pero que no sabía explicar. Fui a abrazarla como tantas otras veces, me detuvo interponiendo entre ambos un brazo. Se volvió valiente y pronunció aquellas palabras que mataron mi alma 'Me voy', no quería creerlo, por eso no la creí. Dejé durante un tiempo de verla, deseando y ansiando que llamara a mi puerta para decirme que todo había sido un burdo malentendido, que solo había sido una broma de mal gusto, que tonto fui. Un día de Abril se fue, sin despedirse, sin avisar, solo una nota en mi buzón dirigida a mí que decía:
''Créeme que te quiero''
Allí me dejó tirado, con una nota en la mano, el corazón añicos y rodeado de frío.
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