Oigo risas a mi alrededor, pero no veo a nadie. La calle está vacía, aún así se escuchan murmullos, un chiquillo aparece de la nada y cruza corriendo de una acera a otra, no se digna a mirarme, ni siquiera habrá notado mi presencia. Silenciosa continuo mi camino, una brisa cálida me traspasa por dentro, giro la cabeza, pero sigue sin haber nada.
Seré el triste fantasma que no ve humanos, pero a estas altura, ya no creo en ellos.
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