domingo, 16 de marzo de 2014

Cuando la noche llega.

La noche se echaba sobre ella, hambrienta y oscura. Canciones sin destinatario escapaban de la radio del vecino. El frío calándole el alma, humo en sus pulmones inhalado del cigarro y el ruido de la ciudad envolviéndola por completo.
La vida gritaba a aquellas horas y nadie parecía querer escucharla a excepción de ella, todos dormían y huían para no saber, para no afrontar la realidad. Cansados de vivir en un mundo que no paraba, que realmente seguía sin ellos, independiente y ajeno a todo en lo que su interior ocurría. Por suerte existían valientes como la chica de la azotea que asumían aquella realidad que a otros golpeaba. La noche existía para vivirla, al igual que el resto del día, aunque fuera un par de horas o incluso segundos, respirar el aire helado que la noche traía nunca estaba de más.